Quienes leen este blog desde hace años saben que me gusta meterme en jardines y analizar hasta retorcer la psicología del nudismo. Quizá mis teorías no tengan ninguna utilidad práctica y a pocos interesen pero qué le voy a hacer si yo nací lejos del Mediterráneo.
Hoy quiero hablar de dos tipos de nudistas en relación a cómo nos comportamos (o posicionamos) en nuestra práctica habitual de la desnudez social. Y para ello voy a utilizar la archiconocida teoría de la indefensión aprendida.
Esta teoría nos explica por qué nos bloqueamos o cuál es la causa de que no seamos capaces de defendernos ante un determinado acontecimiento. La causa es muy sencilla, nuestro comportamiento es resultado del aprendizaje social a lo largo de la vida y ante un hecho concreto no sabemos reaccionar porque en el pasado no nos hemos podido defender ante un hecho similar. Y no sólo uno, posiblemente es algo que nos ha ocurrido en numerosas ocasiones en nuestro recorrido vital. Conclusión: el recuerdo, aunque inconsciente, nos bloquea y nos impide actuar de otra manera.
Es muy conocida la fábula del elefante encadenado, que viene a ilustrar la teoría de la indefensión aprendida. Un niño se pregunta por qué tras su actuación el elefante del circo, tan grande, tan fuerte, tan poderoso, no se libera de la pequeña estaca a la que lo amarran hasta la siguiente actuación, tan solo unido por una débil cadena. Un día, su maestro le da la explicación: el elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca como esa desde que era un bebé; en aquel momento lo intentó con todas sus fuerzas y no puedo escapar, desde entonces cree que es imposible liberarse y ni siquiera lo intenta.
Lo que ocurre tras algunas experiencias negativas en las que no supimos reaccionar o no logramos nuestro objetivo es que interiorizamos que no podemos hacer nada, que no está en nuestras manos llevar a cabo ningún tipo de cambio, convertimos la derrota en esencia de nuestra propia personalidad aunque sea de manera inconsciente.
¿A dónde quiero llegar con esto? Ya, ya voy al meollo, es que era importante exponer la teoría por si hay algún despistado que no la conoce. Pongámonos en situación. Se acerca el verano y estamos deseando ir a nuestra playa nudista favorita. Después de un duro año de trabajo y situaciones familiares estresantes por fin te pillas una semana de vacaciones y preparas la maleta con mucho ilusión y muy poca ropa. Y nada más llegar, quince de julio, sábado, cuarenta grados a la sombra, te plantas en la playa de los muertos en el cabo de gata, previo pago del ticket del parking y la endiablada bajada por un camino solo apto para cabras aventureras como tú.
Y la sorpresa es mayúscula cuando la ves llena de bañadores último modelo Gucci. Y te preguntas: ¿dónde leches se han metido los nudistas que llenaban este idílico paraíso en los años noventa?
Tras cabrearte porque recientemente has leído en algún clickbait que la industria de la moda es una de las más contaminantes del planeta, tienes dos opciones: te vas al final de la playa donde ves arrinconados a dos nudistas contados (uno y dos) para sentirte más protegido en tu desnudo o no haces nada y te dejas puesto el bañador sudado por la raja del culo que te va a tener la zona genital fría y húmeda todo el día. Indefensión aprendida.
¿Por qué ocurre esto? Porque no te ves capaz de enfrentarte a tanta gente, porque el "miedo escénico" te paraliza, porque no eres apto para gestionar las multitudes, porque la posibilidad de ser el centro de atención te genera sudores fríos. Y aunque tú no lo sepas en este momento, la culpa de todo la tiene Doña Gabi, que cuando tenías siete años y estabas en 2º de E.G.B. te sacó al encerado delante de todos tus compañeros a que explicases la polinización de las abejas y tú entendiste la reproducción de las ovejas. Vaya liada y vaya bochorno. Maldita y mil veces maldita Doña Gabi porque por su ocurrencia tú ahora no te puedes desnudar y disfrutar de tus felices y merecidas vacaciones en libertad.
Respiremos. Dejemos tranquila a Doña Gabi, esté donde esté. Porque a pesar de todas las Doñas Gabis del mundo, existe una tercera opción. ¿No sabes cuál es? Pues para esto estoy yo aquí, para contártela: te pones en mitad de toda esa colorida muchedumbre y no esperas ni dos segundos para bajarte las bragas, allí donde más visible eres desde cualquier punto de la playa. Qué gustazo para tus tarzanetes que necesitaban, como agua de mayo, respirar y saltar de pelo en pelo como si fueran lianas de la selva amazónica.
Y pasas un día morrocotudo, paseando por la orilla, tomando el sol, nadando, riendo a carcajadas y disfrutando del táper de sandía fresquita que te has llevado en tu nevera azul. No has sido consciente de las miradas o los comentarios a tu alrededor. Y si has sido consciente, has disfrutado como marrano en un charco de cada mirada y de cada reproche, incluso del desprecio con el que ese honrado padre de familia numerosa te ha gritado que si no te pones el bañador va a llamar a la policía. Qué gozada de día, cómo lo has disfrutado.
Y de pronto, no sabes por qué, te acuerdas del día en que Doña Gabi te sacó al encerado delante de todos tus compañeros, tenías siete años y estabas en 2º de E.G.B., para hablar de la polinización de las abejas y tú entendiste la reproducción de las ovejas. Cómo se rieron (contigo) tus compañeros, qué bien se lo pasaron, te convertiste en leyenda en el cole y esa anécdota aún se cuenta en el grupo de facebook de antiguos alumnos de los salesianos promoción del 82. Te convirtieron en un grande ¡gracias Doña Gabi, allá donde estés!
Porque el mismo hecho que a otro le generó una paralizante indefensión aprendida, tú lo has podido vivir de manera diferente y te ha generado una reacción al otro extremo: la actitud de ultra defensa. Creo que con la anécdota y la demostrada inteligencia del lector queda claro por qué cuento esto pero por si hay algún despistado, lo desarrollo un poco más.
Imaginemos una línea continua, en un extremo de la misma estaría la indefensión aprendida y en el otro la actitud de ultra defensa que por supuesto, también es aprendida, nadie nace tan guerrero. Ambos extremos son eso, extremos. En la realidad seguro que la mayor parte de las veces nos vamos a encontrar con actitudes intermedias, pero las que más nos van a llamar la atención son las que se acercan a los extremos.
Y esto que expongo sin más, como algo anecdótico por si te identificas con lo que cuento, tiene más importancia de lo que parece, porque en función de cómo seamos capaces de actuar, seremos más o menos eficaces en la defensa de nuestros espacios y de la misma práctica del nudismo. No quiero condicionar al lector con mi opinión, prefiero que esta exposición sirva para que cada cual saque sus propias conclusiones, pero sí me apetece dar algunas pistas para la reflexión.
¿Comprendemos o criticamos a quien no se desnuda en una playa cuando está invadida de textiles? ¿intentamos ir más allá del hecho, entender sus motivaciones, su posible incapacidad para hacerlo? ¿exigimos que la gente vaya con la bandera y el activismo de manera continua? ¿nos parece que perjudican a la causa nudista y son responsables del retroceso del nudismo? Y... ¿qué pensamos de quien no tiene ningún reparo en desnudarse en cualquier lugar? ¿qué nos hace sentir quien decide desnudarse en cualquier sitio? ¿qué creemos que aporta a la causa nudista el hecho de que alguien se desnude precisamente en lugares donde el desnudo va a generar rechazo o controversia? ¿cómo nos posicionamos ante un señor que se pasea desnudo junto a la catedral de una gran ciudad?
Personalmente creo que no está de más que nos revisemos de vez en cuando, que reflexionemos sobre nuestra propia actitud y sobre todo, que analicemos la manera en que juzgamos a los demás, porque quizá somos demasiado exigentes y respetamos poco las capacidades individuales.
Y tú... ¿de qué extremo de la línea estás más cerca, de la indefensión aprendida o de la ultra defensa?
Eladio.
Co respecto a esas didácticas llevo trabajando desde la filosofía del cuerpito hace años, pero, a los nudista no les interesa nada de esto sólo quieren desnudarse y punto.
ResponderEliminarHola Braun, lo que intento transmitir con el artículo es precisamente que el respeto es algo fundamental, que no conocemos las motivaciones por las que actúa cada persona y que quizá sea interesante reflexionar sobre ello. Nadie tiene la verdad absoluta, no podemos únicamente mirar hacia nosotros mismos y pensar que nuestra posición es la correcta. Estoy de acuerdo con trabajar la didáctica del nudismo, pero también hay mucha reflexión que hacer para ser capaces de no imponer la que creemos es la única verdad. Yo por ejemplo no veo nada de malo en que haya nudistas que únicamente quieren desnudarse porque precisamente eso es el nudismo, no todo el mundo está obligado a ir más allá. Así que por mi parte bienvenidos sean al nudismo aquellos que solo quieren disfrutar al desnudo en entornos naturales y también aquellos que quieren trabajar en beneficio del nudismo, hacer activismo, unirse en asociaciones, reflexionar juntos, etcétera, etcétera, etcétera, con respeto y sin imposiciones.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu reflexión y comentario final.
ResponderEliminarUn placer leer este artículo.
Gracias.
Ultra defensa, que yo definiría como ULTRA ATAQUE. ¿rodeado de textiles? Ningún problema, es más, un tremendo aliciente para desnudarme. Lo he hecho y tan campante. Me auto aislé en una especie de burbuja y pasando olímpicamente de la marabunta textil; en ningún momento me percate en nada de ellos. Y una jornada mega feliz. Playas de Valencia, dicho sea de paso.
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