viernes, 26 de julio de 2019

¿Deben mostrarse los padres desnudos delante de los hijos?


  • Desnudez y pudor son las dos caras de una misma moneda.
  • Cuando los padres de niños entre 0 y 6 años se muestran desnudos con naturalidad en casa, su autoestima es mejor en su juventud.



El cuerpo de los niños nace libre de ideologías, religiones o modas. Para ellos es un terreno de juegos, un laboratorio para hacer experimentos y un vehículo para descubrir su mundo. Gracias a él construyen su primera identidad, un "miniyo" corporal, al que los padres van dando forma con sus cuidados y protección. Enseguida la desnudez libre del niño se ve recorrida por su cultura, pues cada sociedad tiene sus propios protocolos sobre cómo mostrar el cuerpo, hasta el punto de que la desnudez puede utilizarse como una forma de reivindicación. Su cuerpo recibe, también, los valores de sus padres que, como parte de su tarea educativa, le indican donde está la frontera entre lo permitido y lo prohibido. Desnudez y pudor son las dos caras de la misma moneda: el respeto al cuerpo. Los niños aprenden a saber dónde acaba una y comienza el otro en su propia casa, observando a sus padres y hermanos.

La desnudez en la primera infancia: educar es descubrir



La respuesta ante la desnudez tiene sus etapas. El hecho de que los niños pequeños vean a sus padres sin ropa no supone ningún trauma. Los estudios del psicólogo de Paul Okami, de la Universidad de Los Ángeles, indican que cuando los padres de niños entre 0 y 6 años se muestran desnudos con naturalidad en casa, su autoestima es mejor en la juventud y se sienten más cómodos con su cuerpo. Cuando los niños tienen esta edad bañarse juntos puede ser una oportunidad de juego y diversión. 



A partir de los 2 años, podrán ya percibir que su cuerpo y el de sus padres es diferente: comenzará su curiosidad y sus ingenuas preguntas. Es el momento de responder sinceramente con un lenguaje adaptado a su edad. Si así lo haces ayudarás a tu hijo a construir la confianza en sí mismo. Si la desnudez te incomoda es buena idea recurrir a otras estrategias como los dibujos o usar muñecos (hace años los muñecos eran asexuales, ahora son más realistas en este sentido). O superar -si las hubiera- tus dificultades producto de tu educación. Lo fundamental es no estigmatizar en ninguna dirección el cuerpo del niño.

La desnudez en la infancia tardía: educar es respetar.



De los 6 a los 11 años comienza la necesidad de la privacidad. El cuerpo desnudo de papá y mamá que antes era un espacio conocido y natural genera incomodidad. Es probable que tu hijo empiece a mostrar las primeras señales de cuándo es el momento adecuado para un cambio de planteamientos: retira la mirada, se cubre, pide que no le abras la puerta del baño y que uses un vestuario privado en la piscina. Es la aparición del pudor infantil. Esta emoción surge de manera espontánea cuando el niño comienza a definir su individualidad y a marcar cuál es su propia frontera entre él y los demás.
Desde este punto de vista es una emoción positiva. No la confundas con la vergüenza tóxica que invalida, tiene que ver con la necesidad de intimidad y el respeto al propio cuerpo. Según el 'Journal of Pediatrics', una publicación respetada en el mundo de la pediatría, en esta edad "los hijos cuyos padres tienden a dormir en la misma cama, a bañarse juntos o a mostrarse desnudos suelen tener mayores niveles de conductas sexuales" aunque, matizan, esto lo provoca el liberalismo sexual en las familias no sólo la desnudez de los padres.
Cuando aparezcan las primeras señales de pudor, hemos de comenzar a cubrirnos. El cuerpo sigue siendo algo natural, pero también lo es cuidarlo, respetarlo y protegerlo. Necesitan incorporar normas y pautas. Hay que evitar forzarlos con frases "vergonzoso, no pasa nada" que le infantilizan. Si muestras respeto a tu hijo, él lo imitará: es una forma excelente de prevenir el abuso. Educar es socializar, pero no hay por qué socializarlo todo.


La desnudez en la pubertad: educar es elegir.



En la pubertad, los evidentes cambios corporales y la explosión hormonal activan la sexualidad, sobre todo, la genital. En esta edad suele haber un punto de inflexión con respecto al propio pudor. Este caso real ilustra esta etapa. A Juan y a su padre les gustaba estar desnudos por su casa. A los 8 años Juan, comenzó a taparse y le dijo a su padre que no le agradaba verlo aparecer en cueros al abrir la puerta de su habitación. Éste respetó su necesidad y comenzó a usar ropa interior. Ahora es un joven de 16 años que ha vuelto a mostrar su desnudez en casa cuando le cuadra, como también ha vuelto a hacerlo su padre, pero pide que se llame antes de entrar en su habitación. Lo importante para esta etapa es aprender a elegir.Para ello, han de desarrollar un criterio propio sobre lo que es privado y lo que es público, también, lo que es seguro o no mostrar a través de las redes.
Las peores opciones son sexualizar la desnudez, no respetar los límites o confundir al niño indicando que hay algo malo en su cuerpo. Mostrarse desnudo cuando es un juego para todos es una experiencia positiva, cuando tu hijo empiece a dar señales de estar incómodo ¡se acabó el juego y sigue el respeto!

Isabel Serrano-Rosa es psicóloga y directora de Enpositivosi


¿Desnudez o pudor? Lo mejor lo eliges tú.

Hace décadas era fácil ver corretear a los niños desnudos, pero no era habitual que los padres se bañaran o se mostraran sin ropas en su casa. Ver a papa en el baño o a mamá saliendo de la ducha producía sorpresa en los niños e incomodidad en los adultos. Cuando no se escuchaba un humillante "no te toques, cochino". La desnudez se convertía enseguida en espejo de contenidos sexuales. Más adelante, comenzamos a asumir que el cuerpo es algo natural y maravilloso sin zonas "impuras" que esconder. Hoy exhibirlo se ha convertido en una forma de comunicación y socialización que hay que aprender a manejar. Esto significa que no todo el mundo se tiene que sentir a gusto desnudándose o viendo la desnudez ajena. Cada persona tiene su pauta. Si tú, como padre, te sientes incómodo desnudo delante de tu hijo, él lo va a notar, usa tu ropa para relacionarte con él, con la misma naturalidad con la que otros progenitores pueden mostrar su desnudez ante su prole sin tapujos. Educar en el respeto empieza por uno mismo.

Fuente: 
https://www.elmundo.es/vida-sana/familia-y-co/2018/12/26/5c233c3ffdddff0d468b45dd.html

Imágenes: 
Excepto la segunda, el resto de imágenes no son parte del artículo. Las fotos en esta publicación provienen de Google. Si encuentras una tuya y no quieres que esté en nuestro blog, avísanos y la eliminaremos.

martes, 16 de julio de 2019

En mi territorio no

     Te levantas por la mañana con la ilusión de que un año más vas a pasar el día en tu playa favorita. Yo que odio madrugar me levanto como un rayo porque para ir a la playa no hay pereza que valga. Bocatas y bastante agua fría (vamos a una playa sin servicios), sombrilla, toallas y crema para el sol. Poco más ¡no hace falta bañador, que nosotros de eso no usamos!

     La anécdota que hoy comparto ocurrió en el mes de julio del año pasado, en una playa cualquiera porque realmente ese es un dato irrelevante, podría ocurrir en cualquier sitio de tradición nudista. Después de una caminata llegamos a la orilla de ese mar Mediterráneo que cada año me abraza con cariño, que me cuida, que me envuelve y me transporta a mi paraíso personal.

     La primera decepción era previsible, mucha tela cubriendo los cuerpos de quienes parece que no han descubierto el placer de la desnudez. No importa, es julio y era de esperar, no me van a amargar la jornada. Se pone en marcha una estrategia milenaria que todo nudista aprende a ejecutar de forma innata como si estuviera programada en nuestros genes más ancentrales y que ha sido transmitida de primate en primate sin necesidad de verbalizarla siquiera: buscar con la mirada la zona donde menos bañadores hay y dirigirnos presurosos hacia esa zona de la playa con la intención de hacer frente común.

     Bien, instalado el campamento solo resta disfrutar, por suerte aún queda una zona en la que los bañadores no han ganado la batalla. Pero aún quedaba una sorpresa en este bonito y soleado día de playa. Una familia compuesta por padre, madre, hija adolescente y dos niños más pequeños va caminando en busca del lugar en el que poner sus toallas y al acercarse a nuestra zona, comienzo a ejecutar uno de mis juegos favoritos que se desarrollan únicamente en mi cabeza: por su apariencia... ¿serán nudistas o textiles? Piensa, piensa, piensa.

     Prometo que durante un rato la balanza se inclinó hacia que eran nudistas, pero este juego sigue resultando apasionante (en mi cabeza) porque fallo de manera estrepitosa de forma habitual. Justo al pasar a nuestro lado la madre se para visiblemente sin aliento y propone quedarse ahí, pero sus hijos dicen que no. Ella insiste molesta y al parecer cansada pero sus hijos con mucha más fuerza dicen que no y que no y que no, el padre parece no tener opinión. No logro, a mi pesar, oír toda la conversación, pero finalmente y de forma muy clara oigo que la hija adolescente dice alto y rotundo "es que no queremos ver cosas".


     Cosas. No queremos ver cosas. COSAS. Eso es lo que dijo: cosas. Y puso mucho énfasis en la palabra final, como si le quemase en la boca. Si hubiéramos estado en un bazar chino entre las secciones de fiambreras y menaje del hogar, podría haber pensado que al hablar de cosas se refería a, no sé... ¿trapos de cocina, cintas de casette, cuadernos con sudokus, tazas de la Hello Kitty, mondadientes quizá? Pero estamos en una playa nudista y a pesar de tener el sol apretando fuerte sobre mi cabeza las neuronas me funcionan lo suficiente como para establecer la conexión.

     Cuando la niñata... perdón, cuando la educada y sincera adolescente con el móvil pegado a su mano dijo que no querían ver cosas y nos miró de reojo como con asco, se refería a genitales. Sí, los genitales de los nudistas son eso, cosas. A partir de ahora acuérdense: lo de mear se llama cosa.

     Suerte que hace años que no me fío de mi maltrecha y volátil memoria y tengo la costumbre de apuntar todo aquello que me parece relevante, así que observador y prudente saqué mi libreta de la mochila y me apunté la anécdota, que no estamos para desperdiciar este tipo de COSAS (en este caso no me refiero a genitales, aunque los genitales tampoco haya que desaprovecharlos, claro). Y ahora que se acerca el verano y soy consciente de que este tipo de situaciones las volveré a vivir una y mil veces, traigo a mi cabeza (previo repaso de la libreta) esta anécdota que me lleva a reflexionar sobre varias cuestiones. O quizá más que reflexiones tengo preguntas.

     ¿La educación recibida en casa influye en esta reacción de los hijos? No lo tengo claro, porque la madre parecía no tener problema en quedarse allí, pero habría que ver cómo se comportan en casa, si determinadas partes del cuerpo son un tabú, si se desnudan con naturalidad, si se esconden unos de otros, si una cosa son las palabras y otra los actos. Cuando los mensajes son contradictorios la respuesta es imprevisible.


     Pero voy más allá, porque el tema de la educación ya lo hemos tratado unas cuantas veces en este blog. Me preocupa que tengamos que aguantar este tipo de groserías, cuando no insultos, en nuestro propio territorio. Vale, ya sé que estamos en un espacio público y abierto, que la playa no es de nadie y que no es mi territorio, pero sinceramente, en un lugar en el que los nudistas llevan desnudándose décadas lo mínimo que espero es un poco de respeto. Y si no eres capaz de educar a tus hijos para que se callen la boca cuando ven cosas (cosas por dios ¡¡cosas!!) te pido que te los lleves a una playa en la que no vayan a visualizar genitales al aire ¿es mucho pedir?

     Y sólo hablo de los adolescentes porque entiendo que los niños pequeños son más imprevisibles y a los adultos les pido mucho más: si les molesta , por favor, que no vayan a dirigirme miradas de desprecio, a criticar mi libertad con su familia o amigos estando yo presente, a cuchichear y reírse mientras me señalan, o a molestarme directamente con su prepotencia y sus insultos. No, en mi territorio no.

     Porque en mi territorio yo sí quiero ver cosas, quiero ver ese tipo de cosas que no se ven con los ojos: quiero ver libertad, educación, respeto y convivencia. Sólo eso. Sólo esas cosas. Cosas bonitas, sin más.

Eladio.

sábado, 6 de julio de 2019

Nada por aquí, nada por allá.



Cuando hablamos de nudismo suelen surgir muchos miedos, desde que es antihigiénico andar desnudo hasta que lo que se busca es provocar. Mónica Quesada Juan nos ayuda a desterrar esos mitos y nos habla de los beneficios del naturismo para mujeres y hombres


Los beneficios de estar desnudos


Imagínate sobre tu toalla, ninguna prenda apretando tu piel, en contacto total con todo lo que te rodea. Oyes a tu alrededor el murmullo del agua y pensar en su contacto con tu piel hace que un escalofrío de placer recorra tu cuerpo. Levantas la vista y observas con alegría como cualquier cuerpo, vivido en su plenitud, es bello.

Ahora vuelve a imaginarte la misma situación sólo que con un “pequeño” cambio: llevas bañador, lo que equivale a que a veces te aprieta, si está húmedo es muy incómodo y cuidando que no se vea nada “indebido” fuera de él. En resumen, un engorro.



Cuando hablamos de nudismo suelen surgir muchos miedos, desde que es antihigiénico andar desnudo hasta que lo que se busca es provocar. Pero parémonos a pensar un momento: hablando de higiene, ¿no será más antihigiénico (e incómodo) andar con una prenda mojada? Es más, por regla general, en zonas naturistas se suele usar toallas o telas para sentarse en sitios compartidos, tanto por salud propia como por ajena.

Por otro lado, encontramos el argumento de que las personas que realizan nudismo lo hacen para exhibirse y provocar. Si alguien se quiere exhibir, lo puede hacer de muchas maneras; desnudarse es una de ellas, pero ni mucho menos la única. Y por supuesto que habrá mucha gente que lo haga por ese motivo; al igual que habrá muchísima gente que lo haga porque está más a gusto así, en contacto con su propio cuerpo sin telas de por medio.



Y así llegamos a la razón que más incondicionales suele tener: la gente que hace nudismo es porque quiere provocar. Eludir la responsabilidad es una costumbre que da lugar a muchos errores. Un cuerpo desnudo, por sí solo, no provoca. Tiene que haber, necesariamente, unos ojos que miren y que reaccionen a esa escena. Y cuando hablamos de provocar, algunas personas se creen con el derecho de opinar sobre ello. Si partimos de la base de la responsabilidad, de la que hablamos antes, esto último pierde sentido. Por ejemplo, imagínate que a mí me gustan los helados. Y con este calor, me gustan aún más. Y, andando por la calle, veo a alguien con un helado gigante de tres sabores. Si actúo como decíamos antes, tengo derecho a:

– Quitárselo o darle un lametón, porque es culpa SUYA que a mí me guste el helado.

– Pegarle cuatro gritos y decirle que se vaya inmediatamente de mi vista, que a mí me provoca su helado.

Curiosa escena, ¿verdad?




Y lo que más curioso me resulta es la idea de que practicar nudismo atenta directamente contra nuestra autoestima. Por un lado, algunos hombres temen entrar en comparación genital con otros y salir malparados; y las mujeres temen no tener el cuerpo correcto para mostrar. Pero el mayor problema que hay en estas ideas es que el foco de atención es totalmente externo. Si movemos dicho foco desde lo que pensarán los demás a cómo me siento yo, apostaría todo mi reino sin temor a perderlo a que todo el mundo sería nudista.

Pero si aún así quieres mantener el foco fuera, te darás cuenta que sus cristales están totalmente distorsionados por nuestra cultura: tanto hombres como mujeres, al entrar en terrenos libres de textiles, observan cómo aquello que pensaban que iba a desentonar es uno más de tantos; de hecho, lo que es menos habitual es la imagen corporal que vemos en los medios. Así pues, todas esas dudas se disipan y la autoestima es más probable que aumente. 




Ya lo dice Paul Fussell: “un corto tiempo en playas naturistas persuadirá a la mayoría de las mujeres de que su busto y su cadera no son ‘anormales’ como ellas piensan cuando están solas, espantadas por el espejo, sino totalmente naturales. Las anormales pasan a ser las criaturas inexistentes representadas en la pintura y la escultura. Lo mismo ocurre con el hombre: si piensa que la naturaleza ha sido injusta con usted en el reparto de anatomía sexual, pase algún tiempo entre naturistas. Aprenderá que todos los hombres se ven más o menos igual, y que los ‘atributos heroicos’ son deformidades”.

Y, por supuesto, uno de los mayores temores masculinos es que se produzca una erección. Es curioso como en una sociedad hipersexualizada se castiga cualquier manifestación corporal. La erección del pene es natural, así como la erección de los pezones. Si se produce, la opción es vivirla como lo que es, algo natural, no hay que hacer nada con ella, no hay que manejarla. Vívela sin más.




Lo que está claro es que el nudismo, ante todo, provoca una liberación mental y corporal. Te ayuda a entrar en contacto contigo, a aceptarte tal y como eres. Es más, en zonas nudistas desaparecen las exigencias del canon de belleza, todos los cuerpos son bellos porque son libres. Dan igual los tamaños, los pesos y las edades: todos los cuerpos encuentran la belleza que da la libertad. La ropa no hace más que deformar lo que es natural. La satisfacción de no tener que tapar lo que es tuyo es placer en estado puro.

Y ya lo decía RuPaul: Nacemos desnudos, el resto es travestismo.




Fuente:
https://www.pikaramagazine.com/2011/08/nada-por-aqui-nada-por-alli-afinando-el-organo/