A veces es difícil saber por qué uno se hizo nudista. Tras cientos de conversaciones con amigos y conocidos, sería capaz de encontrar sentimientos, hechos y lugares comunes que hemos experimentado si no todos los nudistas, sí la mayoría. Si fuera capaz de organizar todas estas conversaciones y dedicar tiempo suficiente a sistematizar, quizá hasta podría hacer un retrato sociológico (también psicológico) del nudismo. Pero esto, aunque me encantaría poder hacerlo algún día, no es objeto de este blog ni de este artículo.
Muchos recordamos cómo desde pequeños experimentábamos placer al desnudarnos y teníamos cierta fobia a la ropa, precisamente por la libertad que sentíamos al deshacernos de ella. Otros tenemos muy presente que la desnudez, fuera del espacio estrictamente íntimo, nos ayudó a superar complejos y a aceptar mejor nuestro cuerpo, con sus bonitas cualidades y sus grandes o pequeños defectos. Pocas experiencias son comparables a esas primeras veces en que el sol calienta todos los rincones de nuestro cuerpo, el aire recorre cada centímetro de nuestra piel o el agua del mar se cuela por cada pliegue de nuestra anatomía, haciéndonos sentir auténtica y espontánea felicidad.
Estos detalles que comento y que definen a un perfil nudista bastante extendido, forman parte de la dimensión individual del nudismo, es decir, para experimentar este tipo de beneficios no necesitamos establecer una relación con otras personas, tan solo desnudarnos y sentir. Cierto, la aceptación del propio cuerpo y mejora de la autoestima están vinculadas con la práctica nudista al aire libre, exponiendo nuestra desnudez a la vista de otras personas, pero no es necesario entablar ningún tipo de relación con los otros para darnos cuenta de que el mayor juicio lo hacemos hacia nosotros mismos y que en cualquier caso la diversidad es una riqueza.
A algunas personas que practican el nudismo con esto les vale, no necesitan ir más allá. Y sin embargo, otras muchas sí experimentamos la necesidad de vincularnos en espacios que nos permitan conocer a otros nudistas y compartir experiencias con ellos. A este punto es al que quería llegar. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué a algunas personas no nos resulta suficiente con ir a la playa, desnudarnos, tomar el sol, bañarnos, pasear y experimentar todo aquello que la desnudez nos regala?
Somos muchos quienes buscamos conocer a otros nudistas, muchos los que disfrutamos más cuando compartimos experiencias sin ropa. Por eso existen lugares en los que esto se puede convertir en realidad. La forma tradicional siempre ha sido el juntarnos en lugares donde sabemos que hay otras personas haciendo lo mismo que nosotros. Es evidente que los lugares de tradición nudista (playas principalmente) tienen otros objetivos, pues necesitamos sentir la protección que el grupo de iguales nos ofrece, pero no perdamos de vista que nunca hay una sola finalidad en casi ninguna de las cosas que hacemos. Y a algunas personas cuando vamos a una playa nudista, nos gusta relacionarnos con otros nudistas.
Las asociaciones también son un espacio de socialización, no sólo tienen como finalidad visibilizar, defender y proteger la práctica del nudismo, afortunadamente sirven para mucho más. Y la llegada de internet revolucionó la forma en la que nos relacionamos, también los nudistas. En la actualidad tenemos cientos de opciones para conocer a personas afines y sin duda las explotamos: páginas, foros, blogs, redes sociales, aplicaciones móviles... las posibilidades son inagotables. Cientos de nudistas y de planes nudistas a golpe de clic. ¿Cientos? Bueno, quizá a veces no sean tantas las oportunidades y menos si vives en una ciudad de interior como es mi caso, pero esto sería otro debate. La realidad es que a la mayor parte de mis amigos nudistas los he conocido a través de internet, esto no puede ser casualidad.
¿Y por qué necesitamos amigos nudistas? ¿Por qué algunas personas tenemos esa fuerte necesidad de vincularnos? El nudismo social es la dimensión del nudismo que nos hace salir de nuestra individualidad, que nos hace buscar al otro para compartir una charla, una cena, una tarde de spa, una ruta en el monte o un clase de yoga. Desnudos, por supuesto.
A nadie que haya llegado hasta este párrafo del artículo le pasará desapercibido el título del mismo: los nudistas gregarios. Entre los que me encuentro, obviamente. Podría haberlo titulado de muchas maneras pero siento fascinación por esa palabra, el gregarismo. Ya Aristóteles defendió la tendencia natural del hombre hacia la sociabilidad, la necesidad humana de relacionarnos y vivir en sociedad incluso como forma de realización personal, como único modo de alcanzar la felicidad y la perfección.
Sin embargo, los pensadores se han dividido entre aquellos que nos consideran sociales por naturaleza y aquellos otros que defienden que la sociedad es una construcción artificial fruto de un acuerdo para evitar conflictos. Entre estos últimos estarían Hobbes con su visión pesimista del ser humano y su archiconocida máxima "homo homini lupus" (el hombre es un lobo para el hombre) o Rousseu, con una visión más optimista del hombre pero al que igualmente considera solitario por naturaleza. Y esto solo por citar a los más célebres.
No quiero aburrir con planteamientos excesivamente teóricos, así que voy a terminar con una última idea. Siguiendo a los filósofos que defendieron la línea de pensamiento iniciada por Aristóteles, hay que diferenciar entre el mero gregarismo (los animales son gregarios) y la sociabilidad del ser humano, pues nosotros tenemos una capacidad para comunicarnos cuya máxima representación es el lenguaje. Expresamos nuestro raciocinio y nuestros deseos a través de la palabra.
Así que yo me pregunto, los nudistas que necesitamos juntarnos con otros para compartir actividades sin ropa, ¿somos más sociables o más gregarios? Y restando importancia a esta diferenciación, tú que estás leyendo este artículo ¿qué piensas? ¿por qué crees que muchos nudistas sentimos la necesidad de vincularnos con otros, de comunicarnos, de compartir, de crear grupos?
Eladio.
Eladio.
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