Uno de los dilemas clásicos de la
teoría de juegos es el que da título a esta entrada y fue enunciado en 1950 por
Albert W. Tucker. Nos sirve para analizar el comportamiento humano ante unas
circunstancias dadas cuando nos falta información sobre el comportamiento de las
demás personas. Es de aplicación a cuestiones diversas pero no sé si a alguien
se le habrá ocurrido en alguna ocasión aplicarlo al nudismo. Aunque es muy
conocido intentaré explicarlo de forma clara y posteriormente contaré por qué
creo que puede ser útil a nuestra causa.
Dos delincuentes son detenidos y
aislados el uno del otro para proceder a los interrogatorios por separado. Se
les acusa de un atraco a mano armada a un banco de la ciudad pero faltan
pruebas del delito; el objetivo de la policía es conseguir la confesión. Si las
autoridades logran demostrar su participación serán condenados a diez años de
prisión, en caso contrario únicamente se les podrá acusar de un delito menor
(posesión ilícita de armas) que implicaría dos años de cárcel.
La policía decide ofrecerles un
trato de manera individual a cada uno de los prisioneros: si decide colaborar
con la justicia y aportar las pruebas para que sea condenado el otro detenido,
le rebajarán la pena de su propio delito a la mitad. ¿Qué implicación tiene
esto para cada uno de ellos? Si uno decide “acusar” al otro y es el único en
hacerlo, su condena de dos años por tenencia ilícita de armas se rebajará a un
solo año, mientras que el otro prisionero deberá cumplir diez años por el
atraco y la falta de colaboración. Si el otro prisionero también confiesa,
ambos se habrán traicionado, el atraco quedará probado y cada uno deberá
cumplir cinco años de prisión, al haber colaborado con la justicia a cambio de
la pena rebajada a la mitad.
La opción que maximiza los
beneficios, si ambos pudieran negociar y confiar plenamente el uno en el otro,
es cooperar y ser leales, enfrentándose cada uno a dos años de cárcel y evitando de este
modo cualquiera de las dos penas superiores: cinco y diez años. Sin embargo, al
carecer de la información sobre el comportamiento del otro, parece que lo más
beneficioso sea la competición y la traición, pues en este caso la condena va a ser de un año o
de cinco, pero en cualquier caso evitará la pena mayor: los diez años.
El dilema del prisionero nos
sitúa ante el escenario del “mal menor”. Aunque lo más beneficioso para ambos
es la lealtad, al desconocer la decisión del compañero, la tentación de optar
por la traición para evitar el “mal mayor” será muy fuerte. ¿No es apasionante?
La cosa tiene miga y nos sirve
para analizar situaciones reales, especialmente las más complejas. ¿Qué elegimos habitualmente? ¿Colaborar
o competir? ¿ser generosos o egoístas? ¿pensar en el bien común o protegerse?
¿asociarse o ir por libre?
Si desconocías este dilema te pido
que lo pienses un poco antes de seguir leyendo, en caso contrario adelante, me
dispongo a convertir a estos dos prisioneros en nudistas.
Son encendidos los debates sobre
cuál es la mejor estrategia para garantizar nuestros derechos como nudistas,
tanto en el espacio asociativo como en redes sociales, foros, blogs y otros
espacios de internet. También he participado en muchas ocasiones en debates estratégicos
con amigos o conocidos nudistas.
La PREGUNTA CLAVE la planteo a
continuación:
¿Qué es mejor, aferrarnos a la libertad de poder desnudarnos en
cualquier espacio público ya que en principio la ley nos ampara, o por el
contrario, luchar por mantener y ampliar espacios propios donde poder ejercer
nuestro derecho a desnudarnos rodeados de otros nudistas?
Este es uno de los principales
puntos de fricción entre los nudistas cuando nos ponemos a diseñar estrategias.
Algunos defienden que acotar o señalizar espacios para hacer nudismo, incluso
aquellos de amplia tradición nudista, implica aislarnos en guetos y reducir
nuestras posibilidades de desnudarnos en cualquier playa o espacio público,
pues afortunadamente la ley eliminó hace años el delito de escándalo público y
el desnudo no puede considerarse algo obsceno o inmoral. Otros por el
contrario, defienden con ahínco el cuidado de los espacios de tradición nudista
frente a la invasión textil, pues rodeados de nudistas nos podemos encontrar
más a gusto y si fuéramos nosotros quienes nos desnudásemos en espacios
textiles tenemos serias dudas de que fuésemos bien recibidos.
Difícil llegar a acuerdos entre
dos posturas tan enfrentadas. ¿Os parece que apliquemos el dilema del
prisionero para el diseño de la estrategia?
Olvidemos las palabras traición y
lealtad utilizadas para el análisis del dilema, pues está claro que ambas
posturas son respetables. Centrémonos pues en las ideas clave: competir o
colaborar.
Podemos entender por COMPETIR a luchar
para ganar todo el espacio público a la causa nudista. Esto implica ir por
libre pues no necesitas de los demás nudistas para llevarlo a cabo y dará igual
cuál sea la decisión de los otros, ya que eliges desnudarte en cualquier
espacio asumiendo las consecuencias que esto tenga.
Podemos pensar que el número de
nudistas es mucho menor que el número de textiles, por lo que si elegimos ir
por libre, lo más probable es que nos encontremos con muy pocos nudistas cuando
nos quitemos la ropa en cualquier espacio público, al menos al principio. Esto
podría cambiar si la mayor parte de nudistas optamos por esta opción en lugar
de seguir yendo a espacios donde el desnudo es lo habitual. Poco a poco iremos
conquistando todo el espacio público para desnudarnos con libertad.
Podemos entender por COLABORAR, en
contraposición, al hecho de asociarnos con otros nudistas para defender
aquellos que podríamos llamar “nuestros espacios”. Seguimos valorando la
decisión en términos de coste-beneficio y jugamos con la idea del mal menor. El
beneficio es que si colaboramos en defender estos espacios los seguiremos
manteniendo para la causa nudista, pues la otra opción exige que nos
dispersemos y nos arriesgaremos a perder los espacios ya conquistados. El mal
menor será perder la opción de la mayor ganancia: nos quedamos en nuestros
guetos y perdemos un mundo de posibilidades.
Aunque pueda parecer enrevesado,
el dilema del prisionero nos viene muy bien para reflexionar, pues las
decisiones que tomamos como nudistas, las tomamos sin saber qué hará el resto
de nudistas, tan sólo lo podemos intuir y tomaremos nuestra decisión personal valorando
los diferentes escenarios posibles. En cualquier caso la enseñanza que
extraemos de este dilema es que ante el desconocimiento de qué harán
exactamente los demás, cualquier decisión va a implicar una pérdida, aunque
siempre intentemos perder lo mínimo posible.
Yo tengo mi opción clara pero
esta entrada no trata de eso, sino de plantear el conflicto entre ambas posturas
y ofrecer un marco teórico y filosófico para debatir sobre el dilema. Habrá
tiempo de mostrar mi opinión de manera clara en futuras entradas, creo que
recurriré a nuestros hermanos franceses
para hacerlo.
No me resisto a ofreceros un
último aporte. Cuando se ha planteado el dilema del prisionero en diferentes
estudios, la mayoría de los participantes optan por competir. Sin embargo, en
1980 el investigador Robert Axelrod hizo el dilema de manera sucesiva, los
participantes repetían el dilema una y otra vez y conocían los resultados de
los test anteriores, lo sorprendente es que a la larga los participantes que
decidían ser leales tomaron ventaja y ganaron.
Vivimos en un mundo que nos
incita constantemente a competir y ser ambiciosos, pero ¿realmente es esta
nuestra naturaleza y/o nuestra opción personal?
Eladio.