martes, 16 de julio de 2019

En mi territorio no

     Te levantas por la mañana con la ilusión de que un año más vas a pasar el día en tu playa favorita. Yo que odio madrugar me levanto como un rayo porque para ir a la playa no hay pereza que valga. Bocatas y bastante agua fría (vamos a una playa sin servicios), sombrilla, toallas y crema para el sol. Poco más ¡no hace falta bañador, que nosotros de eso no usamos!

     La anécdota que hoy comparto ocurrió en el mes de julio del año pasado, en una playa cualquiera porque realmente ese es un dato irrelevante, podría ocurrir en cualquier sitio de tradición nudista. Después de una caminata llegamos a la orilla de ese mar Mediterráneo que cada año me abraza con cariño, que me cuida, que me envuelve y me transporta a mi paraíso personal.

     La primera decepción era previsible, mucha tela cubriendo los cuerpos de quienes parece que no han descubierto el placer de la desnudez. No importa, es julio y era de esperar, no me van a amargar la jornada. Se pone en marcha una estrategia milenaria que todo nudista aprende a ejecutar de forma innata como si estuviera programada en nuestros genes más ancentrales y que ha sido transmitida de primate en primate sin necesidad de verbalizarla siquiera: buscar con la mirada la zona donde menos bañadores hay y dirigirnos presurosos hacia esa zona de la playa con la intención de hacer frente común.

     Bien, instalado el campamento solo resta disfrutar, por suerte aún queda una zona en la que los bañadores no han ganado la batalla. Pero aún quedaba una sorpresa en este bonito y soleado día de playa. Una familia compuesta por padre, madre, hija adolescente y dos niños más pequeños va caminando en busca del lugar en el que poner sus toallas y al acercarse a nuestra zona, comienzo a ejecutar uno de mis juegos favoritos que se desarrollan únicamente en mi cabeza: por su apariencia... ¿serán nudistas o textiles? Piensa, piensa, piensa.

     Prometo que durante un rato la balanza se inclinó hacia que eran nudistas, pero este juego sigue resultando apasionante (en mi cabeza) porque fallo de manera estrepitosa de forma habitual. Justo al pasar a nuestro lado la madre se para visiblemente sin aliento y propone quedarse ahí, pero sus hijos dicen que no. Ella insiste molesta y al parecer cansada pero sus hijos con mucha más fuerza dicen que no y que no y que no, el padre parece no tener opinión. No logro, a mi pesar, oír toda la conversación, pero finalmente y de forma muy clara oigo que la hija adolescente dice alto y rotundo "es que no queremos ver cosas".


     Cosas. No queremos ver cosas. COSAS. Eso es lo que dijo: cosas. Y puso mucho énfasis en la palabra final, como si le quemase en la boca. Si hubiéramos estado en un bazar chino entre las secciones de fiambreras y menaje del hogar, podría haber pensado que al hablar de cosas se refería a, no sé... ¿trapos de cocina, cintas de casette, cuadernos con sudokus, tazas de la Hello Kitty, mondadientes quizá? Pero estamos en una playa nudista y a pesar de tener el sol apretando fuerte sobre mi cabeza las neuronas me funcionan lo suficiente como para establecer la conexión.

     Cuando la niñata... perdón, cuando la educada y sincera adolescente con el móvil pegado a su mano dijo que no querían ver cosas y nos miró de reojo como con asco, se refería a genitales. Sí, los genitales de los nudistas son eso, cosas. A partir de ahora acuérdense: lo de mear se llama cosa.

     Suerte que hace años que no me fío de mi maltrecha y volátil memoria y tengo la costumbre de apuntar todo aquello que me parece relevante, así que observador y prudente saqué mi libreta de la mochila y me apunté la anécdota, que no estamos para desperdiciar este tipo de COSAS (en este caso no me refiero a genitales, aunque los genitales tampoco haya que desaprovecharlos, claro). Y ahora que se acerca el verano y soy consciente de que este tipo de situaciones las volveré a vivir una y mil veces, traigo a mi cabeza (previo repaso de la libreta) esta anécdota que me lleva a reflexionar sobre varias cuestiones. O quizá más que reflexiones tengo preguntas.

     ¿La educación recibida en casa influye en esta reacción de los hijos? No lo tengo claro, porque la madre parecía no tener problema en quedarse allí, pero habría que ver cómo se comportan en casa, si determinadas partes del cuerpo son un tabú, si se desnudan con naturalidad, si se esconden unos de otros, si una cosa son las palabras y otra los actos. Cuando los mensajes son contradictorios la respuesta es imprevisible.


     Pero voy más allá, porque el tema de la educación ya lo hemos tratado unas cuantas veces en este blog. Me preocupa que tengamos que aguantar este tipo de groserías, cuando no insultos, en nuestro propio territorio. Vale, ya sé que estamos en un espacio público y abierto, que la playa no es de nadie y que no es mi territorio, pero sinceramente, en un lugar en el que los nudistas llevan desnudándose décadas lo mínimo que espero es un poco de respeto. Y si no eres capaz de educar a tus hijos para que se callen la boca cuando ven cosas (cosas por dios ¡¡cosas!!) te pido que te los lleves a una playa en la que no vayan a visualizar genitales al aire ¿es mucho pedir?

     Y sólo hablo de los adolescentes porque entiendo que los niños pequeños son más imprevisibles y a los adultos les pido mucho más: si les molesta , por favor, que no vayan a dirigirme miradas de desprecio, a criticar mi libertad con su familia o amigos estando yo presente, a cuchichear y reírse mientras me señalan, o a molestarme directamente con su prepotencia y sus insultos. No, en mi territorio no.

     Porque en mi territorio yo sí quiero ver cosas, quiero ver ese tipo de cosas que no se ven con los ojos: quiero ver libertad, educación, respeto y convivencia. Sólo eso. Sólo esas cosas. Cosas bonitas, sin más.

Eladio.

8 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo, situación que alguna u otra vez se ha vivido...

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    1. Yo creo que todos los nudistas vivimos cosas similares y nos callamos porque buscamos convivir en paz y evitar conflictos, pero fastidia. Gracias Juanjo por tu comentario!!

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  2. Siempre me pregunto pre tienen en la cabeza cuando elijen ir a una playa nudista con la bermuda tobillera cuando tienen tantas playas donde lucirlas

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    1. Yo me hago esa misma pregunta y no encuentro la respuesta, todo lo que se me ocurre tiene muy poco sentido para mí. Gracias por tu participación, Adrián.

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  3. El problema no es ese solo ahora faltaria ver a esa adolescente como va vestida por la calle, que algunas se escandalizan del nudismo pero van "vestidas" por la calle peor que desnudas pero eso lo ven bien. Ademas que aprendan a leer donde estan

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    1. La moral de cada uno tiene muchos matices, entiendo lo que planteas. Hay cosas que yo tampoco logro comprender bien, no estoy en su cabeza pero algo no le cuadra. Gracias José, un abrazo!

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  4. Comentarios en voz alta, miradas que taladran, gestos, etc... y también que se cree una zona de exclusión, un vacío alrededor de los nudistas. Nos ha pasado a todos, pero claro debemos tolerar o, mejor dicho, tragar todo para no "crear conflicto." Seamos valientes y hagamos Nudismo en "sus" playas. Un amigo y yo ya lo he hecho: al poco Policía Local, en quads, cerca de nosotros y "aconsejándonos" ponernos bañador y irnos a las zonas habilitadas. Lo de siempre.
    Un abrazo Eladio. Gran artículo.

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  5. Tanto trabajo, tanto madrugar, tanto andar para llegar a esa playa, qué cansino andar por la arena mil kilómetros para llegar a un sitio donde vas a estar a disgusto, no lo entiendo.
    No hace falta buscar un sitio rodeado de nudistas, tu planta tus reales donde te parezca mejor que los nudistas van creciendo alrededor.

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